POSTA DE SOL NA PRAIA DE MAR DE FÓRA, EN FISTERRA (MAIO DE 2011)

jueves, 19 de abril de 2012

LA SENDA DEL ELEFANTE





Hace varios días que estoy viendo y oyendo distintas opiniones sobre el “accidente real”. Todas ellas hacen hincapié en la misma idea: nuestro Jefe de Estado “se ha pegado un resbalón” por irse de viaje de placer en un escenario de crisis económica galopante para el país del que es cabeza.

Me sorprende que nadie haya hecho un análisis más profundo de la situación:

ü      En primer lugar, los críticos que he visto y escuchado tienen razón. No es de recibo que el “primero de los españoles” les pida sacrificios a sus súbditos y que, poco tiempo después, se “vaya de marcha”. Podría decirse que su manera de actuar no ha sido “totalmente ejemplar”.

ü      Pero hay mucho más. Si nuestro campechano monarca se hubiera ido a esquiar y se hubiera dado un castañazo, no pasaríamos de ese simple análisis economicista de la situación. Hablaríamos de la falta de acierto en la elección del momento para unas vacaciones y poco más (hasta le desearíamos una pronta recuperación para poder disfrutar de su afición en una mejor ocasión). Pero lo cierto es que la imagen de nuestro monarca es todo un poema. Yo me pregunto, ¿es este tipo de actividades (por muy privadas que sean) las que se supone que un rey de una monarquía parlamentaria moderna debe realizar? Que yo sepa, el elefante africano es un animal objeto de conservación y, por lo tanto, su existencia como especie está amenazada. Es cierto que en algunos países está permitida su caza, pero no por ello deja de ser una actividad cinegética trasnochada y hasta amoral. La fotografía (de archivo) del rey al lado de un magnífico ejemplar de paquidermo abatido recuerda a las películas que veía de niño (en blanco y negro) en las que los aristócratas y miembros de la “nobleza” se dedicaban a este tipo de correrías. Se trataba de personajes que encarnaban los “valores” varoniles de un tipo de sociedad que yo, a estas alturas, pensaba que estaba anclado en las nieblas de un pasado histórico muy lejano.

ü      Para terminar este pequeño, pero -perdonen la falta de modestia- más profundo y libre de servidumbres análisis del acontecimiento, no puedo dejar de señalar algunas consideraciones de alcance político. El señor presidente del gobierno de España salió a la palestra afirmando que estaba informado del viaje del Jefe del Estado. Si eso es cierto, me preocupan varias cuestiones:

Ø      Nosotros, los súbditos del Reino, no nos enteramos “de la misa amén” de lo que pasa en la “trastienda”, ya que, de no ser por el percance sufrido por nuestro monarca, nadie nos hubiera informado de lo ocurrido.

Ø      Ahora me pregunto, ¿cuántos acontecimientos de este tipo o similares (me refiero a la caza del elefante, no a la caída del rey, evidentemente) poco recomendables para la buena imagen de una sociedad moderna habrán tenido lugar en la historia de nuestra democracia?

Ø      Me preocupa que el “primero de los españoles” esté rodeado de consejeros tan ineptos que no sean capaces de medir las consecuencias de la realización de semejantes correrías o que el gobierno, que según el presidente, estaba al corriente, no moviese ficha para evitarlo.

Ø      Y, finalmente, me horroriza pensar que, si lo dicho en el punto anterior, es decir, si los consejeros reales no son unos empleados públicos ineptos, sino muy capaces o, si nuestro gobierno intentó impedir que el viaje tuviese lugar, el rey no haga ni puñetero caso a nadie y sí haga lo que le sale de los cojones. Quizá esté harto ya de tanta pose de monarca parlamentario y sienta nostalgia de tiempos históricos en los que sus antepasados no debían rendir cuentas de sus actos.



                                  ¡SALUD Y REPÚBLICA!

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