Como todo el mundo sabe, el pasado
domingo se celebraron elecciones generales en España. No eran unas
elecciones más. En ellas se dirimía qué modelo quieren los
españoles que se aplique para intentar salir de la crisis económica.
La gente ha votado y la suerte está echada. Aunque los escaños
parezcan decir otra cosa, los resultados en votos reflejan- a mi
entender- las siguientes verdades:
- España es muy diversa, también en ideologías. Sigue habiendo dos Españas, cada una de ellas ampliamente apoyada por la población. Por un lado, la España defensora de la existencia de un sector público de la economía con suficiente fuerza e implante para garantizar no sólo la asistencia en último término, sino las bases de un sistema justo, solidario, que evite grandes brechas sociales y que se pueda convertir en motor económico en tiempos de crisis. Por otro lado, la España defensora de la preponderancia de un sector privado que, basado en las iniciativas particulares, mueva la economía y la conduzca a cotas de mayor crecimiento, dejando el sector público reducido a un papel más asistencial.
Junto a estas dos
Españas hay otras que, aún bebiendo de un planteamiento económico
u otro –de los dos antes expuestos- introduce algún sesgo o matiz,
ya sea éste nacionalista, ecologista o de otra índole.
- A la hora de elegir y votar, los españoles lo hacemos movidos por razones diferentes, en las que los planteamientos ideológicos no son muchas veces lo que más pesa. Entran en juego, entonces, otros factores: simpatía personal hacia un candidato, pertenencia al grupo o clan, un “ a ver si estos otros hacen algo”, etc…
- Sea por ideología o por otra razón, España ha votado mayoritariamente el segundo modelo económico expuesto más arriba como alternativa para salir de la crisis.
La consecuencia más clara de lo que
ha pasado el domingo 20 de noviembre es que la mayoría de los
españoles han decidido -más consciente o menos conscientemente- que
sea como sea debemos doblegarnos a los dictámenes de los mercados y
seguir dentro de la Unión Europea y monetaria. Muchas Comunidades
Autónomas ya estaban siendo gobernadas por la derecha (PP y CiU),
que ha estado haciendo recortes y grandes ajustes económicos en sus
demarcaciones territoriales. Dichos recortes y ajustes no parecen
haber disgustado a la mayoría que, en la primera ocasión que se le
ha presentado, los ha respaldado con su voto.
Mi opción para salir de la crisis
era la que no ha elegido la mayoría, porque la considero más justa
y solidaria, al tiempo que pienso que es la única que realmente
puede garantizar el mantenimiento de los logros sociales alcanzados
hasta ahora con gran esfuerzo. Es posible que la opción triunfadora
el 20 N consiga hacer “avanzar” al Estado en su conjunto, pero me
temo que, de producirse ese “avance”, lo hará poniendo en alto
riesgo – o destruyendo directamente- muchos de los pilares del
estado de bienestar. Me refiero a que es posible que se creen algunos
puestos de trabajo o que se llegue a reducir el déficit o la deuda.
Pero creo que en el envite se habrán abierto muchas más brechas
sociales y se habrán perdido muchos servicios y derechos civiles
ganados por varias generaciones con un gran esfuerzo y mucha lucha.
La dictadura de los mercados parece
ser el único sistema posible aceptado por una “mayoría” que
creo que, erróneamente, sigue pensando que los tiempos pasados
volverán y el sol volverá a salir por el este, como de costumbre.
Desde mi punto de vista, se equivoca esa “mayoría”. Lo digo así,
con comillas, porque -por desgracia- no pasará mucho tiempo antes de
que una parte importante de esa gente acabe enfrentada a aquellos a
los que ahora apoyan y hasta jalean. ¡Ojalá el tiempo me quitase la
razón! Pero pienso que la masa de desheredados será cada vez mayor
y el descontento social alcanzará a sectores cada vez más amplios.
Otras maneras de ser y de estar en
el mundo son posibles. Los mercados y su liberalismo salvaje no son
la única opción posible, como nos quieren hacer creer. Pero lo que
digo no está exento de sacrificio y de cambio de “chip” mental.
Lo que digo significa un profundo cambio en las estructuras sociales,
económicas y productivas en el conjunto del planeta. No se puede
seguir con el sistema actual sin que parte importante de la población
mundial y gran parte del propio planeta corran un riesgo serio de
aniquilación. Creo firmemente en las posibilidades de regeneración
de nuestro mundo -entendiendo por mundo la suma de la Humanidad y el
medio natural que la cobija-. A pesar de los enormes desastres
ocasionados con un sistema consumista y absolutamente injusto e
inhumano, considero que el potencial de regeneración sigue siendo
suficiente para cambiar el rumbo. ¡Ojalá me equivoque! Pero los
movimientos políticos que se ven día a día por parte de los
gobiernos no parecen plantearse con honradez ninguna de estas
cuestiones (justicia social, solidaridad humana a nivel mundial,
sostenibilidad productiva...). Hablan de ellas, las mencionan,
incluso afirman incluirlas en sus idearios, pero no son más que
poses para la foto. Al final, las decisiones que se toman siempre van
encaminadas hacia un mismo objetivo: contentar a los mercados de
deuda. En nuestro país acaba de triunfar una de estas opciones
políticas, las que defienden la permanencia del sistema como único
posible. España le da la espalda a la verdadera regeneración,
cierra la puerta a otras vías para ser y estar en el mundo, España
vota a los mercados.
No hay comentarios:
Publicar un comentario