Hace varios días que estoy viendo y oyendo distintas
opiniones sobre el “accidente real”. Todas ellas hacen hincapié en la misma
idea: nuestro Jefe de Estado “se ha pegado un resbalón” por irse de viaje de
placer en un escenario de crisis económica galopante para el país del que es
cabeza.
Me sorprende que nadie haya hecho un análisis más profundo
de la situación:
ü
En primer lugar, los críticos que he visto y
escuchado tienen razón. No es de recibo que el “primero de los españoles” les
pida sacrificios a sus súbditos y que, poco tiempo después, se “vaya de
marcha”. Podría decirse que su manera de actuar no ha sido “totalmente
ejemplar”.
ü
Pero hay mucho más. Si nuestro campechano
monarca se hubiera ido a esquiar y se hubiera dado un castañazo, no pasaríamos de
ese simple análisis economicista de la situación. Hablaríamos de la falta de
acierto en la elección del momento para unas vacaciones y poco más (hasta le
desearíamos una pronta recuperación para poder disfrutar de su afición en una
mejor ocasión). Pero lo cierto es que la imagen de nuestro monarca es todo un
poema. Yo me pregunto, ¿es este tipo de actividades (por muy privadas que sean)
las que se supone que un rey de una monarquía parlamentaria moderna debe
realizar? Que yo sepa, el elefante africano es un animal objeto de conservación
y, por lo tanto, su existencia como especie está amenazada. Es cierto que en
algunos países está permitida su caza, pero no por ello deja de ser una
actividad cinegética trasnochada y hasta amoral. La fotografía (de archivo) del
rey al lado de un magnífico ejemplar de paquidermo abatido recuerda a las
películas que veía de niño (en blanco y negro) en las que los aristócratas y
miembros de la “nobleza” se dedicaban a este tipo de correrías. Se trataba de
personajes que encarnaban los “valores” varoniles de un tipo de sociedad que
yo, a estas alturas, pensaba que estaba anclado en las nieblas de un pasado
histórico muy lejano.
ü
Para terminar este pequeño, pero -perdonen la
falta de modestia- más profundo y libre de servidumbres análisis del
acontecimiento, no puedo dejar de señalar algunas consideraciones de alcance
político. El señor presidente del gobierno de España salió a la palestra
afirmando que estaba informado del viaje del Jefe del Estado. Si eso es cierto,
me preocupan varias cuestiones:
Ø
Nosotros, los súbditos del Reino, no nos
enteramos “de la misa amén” de lo que pasa en la “trastienda”, ya que, de no
ser por el percance sufrido por nuestro monarca, nadie nos hubiera informado de
lo ocurrido.
Ø
Ahora me pregunto, ¿cuántos acontecimientos de
este tipo o similares (me refiero a la caza del elefante, no a la caída del
rey, evidentemente) poco recomendables para la buena imagen de una sociedad
moderna habrán tenido lugar en la historia de nuestra democracia?
Ø
Me preocupa que el “primero de los españoles”
esté rodeado de consejeros tan ineptos que no sean capaces de medir las
consecuencias de la realización de semejantes correrías o que el gobierno, que
según el presidente, estaba al corriente, no moviese ficha para evitarlo.
Ø
Y, finalmente, me horroriza pensar que, si lo
dicho en el punto anterior, es decir, si los consejeros reales no son unos
empleados públicos ineptos, sino muy capaces o, si nuestro gobierno intentó
impedir que el viaje tuviese lugar, el rey no haga ni puñetero caso a nadie y
sí haga lo que le sale de los cojones. Quizá esté harto ya de tanta pose de
monarca parlamentario y sienta nostalgia de tiempos históricos en los que sus
antepasados no debían rendir cuentas de sus actos.
¡SALUD
Y REPÚBLICA!